El sindicalismo del régimen en la privatización de las cajas de ahorro
La privatización de las cajas de ahorros constituye el mayor atraco de la historia de este país como colofón final de una orgía de corrupción y despilfarro llevada a cabo por un grupo de facinerosos aupados a los puestos de dirección de las cajas desde las cloacas de la política, con la complicidad activa del sindicalismo del régimen. A nosotros, como trabajadores de las cajas y como sindicalistas, no nos lo contaron, lo vivimos en directo.
Cuando se habla de sindicalismo del régimen en el sector de cajas de ahorro, hay que referirse fundamentalmente a CCOO y UGT, sindicatos que contaban con presencia en la mayoría de los órganos de dirección de las cajas y que con el 60% de representatividad (40% CCOO, 20% UGT) fueron un apoyo imprescindible como garantía del silencio y la paz social en todo este latrocinio y como firmantes de todos los ERES que, en el proceso de privatización, se llevaron por delante miles de empleos y supusieron recortes salariales inéditos en nuestro país.
Por todo esto, es necesario salir al paso de los intentos de reducir el problema de la nefasta actuación sindical en los consejos de administración de las cajas al caso de las tarjetas opacas de Caja Madrid y a la actuación de unos pocos cuatreros con carnet sindical que abusaron de la supuesta buena fe de sus compañeros de sindicato. Nada más lejos de la verdad. La corrupción individual de estos personajes es el reflejo de la burocratización y de la corrupción colectiva que durante años ha sido la marca de actuación de CCOO y UGT en las cajas.
La complicidad sindical en las privatizaciones, los despidos y los recortes es, al margen del modo de pago de esa complicidad, corrupción pura y dura. Más aún cuando, como en el caso de CCOO y UGT, se ejerce esa sucia labor desde un discurso pretendidamente de clase para acabar siendo un claro exponente del peor amarillismo sindical.
Que la presencia en los consejos de administración suponía un chollo para quienes accedían a ellos era un secreto de polichinela entre los trabajadores de las cajas. Que, por mucho que se escudaran en el secreto de las deliberaciones para no informar a los trabajadores a los que supuestamente representaban, era público y notorio que su papel en los consejos se reducía a aprobar la inmensa mayoría, por no decir todas, de las decisiones que tomaban los directivos de las entidades. Que en esta actitud de complicidad activa con quienes estaban transformando las cajas en su cortijo particular, financiado la especulación inmobiliaria ligada a la corrupción política, era apoyada y alentada por los sindicatos a los que pertenecían, por motivos fácilmente comprensibles y que nada tiene que ver con la honestidad sindical, es un hecho constatable.
Sin este grado de cooperación en el saqueo de las cajas, sería imposible entender la estrategia de CCOO y UGT en todo el proceso de su privatización/liquidación posterior.
¿Cómo puede entenderse que un sector de 120.000 trabajadores y cientos de delegados sindicales se privatice y se someta a una reconversión brutal sin que, salvando aquellas regiones donde existe algún sindicato de clase minoritario, se haya registrado ninguna protesta ni haya tenido lugar ninguna oposición activa?
¿Cómo puede entenderse que desde los sindicatos mayoritarios no se haya trabajado por constituir un amplio frente social para oponerse a la privatización?
¿Cómo puede entenderse que desde los sindicatos mayoritarios no se hayan apoyado las reivindicaciones de los desahuciados, de los afectados por la estafa de las preferentes y la deuda subordinada para exigir una solución a sus situaciones, dejando a los trabajadores de las cajas a los pies de los caballos, enfrentados en muchos casos a nuestra gente y nuestros mejores clientes por unas decisiones delictivas cuya responsabilidad es de quienes dirigieron las cajas y los bancos surgidos de éstas?
¿Cómo puede entenderse que la totalidad de los ERES aplicados al amparo de la genocida reforma laboral del PP en las antiguas cajas que han supuesto miles de despidos y recortes salariales inéditos en nuestro país, hayan contado con la firma, a espaldas de los trabajadores, de CCOO y UGT?
¿Cómo puede entenderse que CCOO y UGT no hayan presentado denuncias contra los presidentes de las cajas quebradas y privatizadas?
Muy sencillo: la privatización de las cajas, al igual que su saqueo anterior, es eso que se llama un Asunto de Estado en el que la complicidad y la corrupción se hacen transversales, una radiografía exacta de un régimen en cuyas cúpulas ya no hay derechas ni izquierdas, sólo sinvergüenzas con diferentes carnets y, como en el tango, en un mismo lodo, todos manoseaos. Por otro lado, denunciar penalmente a los responsables del saqueo de las cajas supondría, en el caso de los sindicatos que formaron parte de los consejos de administración de las cajas, denunciarse a sí mismos, cosa que, evidentemente, no van a hacer.
A quienes desde el sindicalismo de clase nos hemos enfrentado a este saqueo de las cajas, los sindicalistas del régimen han pretendido descalificarnos con la manida frase “protestar y decir que no a todo es lo más fácil”. Nada más lejos de la verdad. Lo más fácil y lo más rentable es ser cómplice de las privatizaciones, los despidos y los recortes por la mañana, y salir (cada vez menos, ciertamente) por las tardes a pasear pancartas con lemas en los que se ha dejado de creer hace mucho tiempo. A las pruebas nos remitimos.
Desde nuestro punto de vista, el sindicalismo de clase sigue siendo una herramienta imprescindible en estos tiempos pero para su desarrollo resulta fundamental que los trabajadores nos sacudamos de encima estas estructuras corruptas que nos han llevado, en las cajas al igual que en otros sectores, a una situación de debilidad que hace posible todos los atropellos a los que nos someten los gobiernos al servicio de la troika.
Otra forma de sindicalismo es posible, necesaria y urgente.
Por nuestra parte, desde la CSI (Corriente Sindical de Izquierda), sindicato asturiano de clase, con nuestras modestas capacidades, en ello estamos.
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